Lady viajera

Tarde lluviosa, me encuentro ante el reto del Word en blanco y sin título.

Delante de mi Mac, fumando un bidee, escuchando música en una tarde que ya se esfuma.

Me viene a la mente el último libro que estoy devorando. Realmente, me decanté por la portada, me gustó la fotografía y el titulo . Se trata de un libro ("Desierto") del último Premio Nobel de Literatura, el francés J.M.G Le Clézio. Apenas he leído unas cincuenta páginas. Pero sus palabras me han evocado gratos recuerdos. Recuerdos un poco arrinconados en el abismo de mi memoria, entre la vorágine del quehacer diario. Ha logrado remover un caudal de sensaciones volátiles y etéreas. Tan inestables como la propia arena del desierto.

El desierto me ha seducido, me fascina. Ese lugar remoto, lejos de los hombres y de sus leyes, en el que puedes oír el propio silencio. Ese silencio, tan perturbador en ocasiones.
Observando las escuetas estrellas que brillan tímidamente. Una mística lunar que atrapa. La luna llena, enorme, como un inmenso pastel dulzón. Paseo noctámbula con mis pies descalzos, por la fría e inerte arena. Una misma arena que durante el día abrasa unos rostros enjutos y erosiona los caminos. Clamores en lenguas extranjeras llaman a la oración, rompiendo el alba.
Me recuerdo contemplando horizontes nómadas, quizá inexplorados, unos rocosos y otros de dunas. Camellos, dromedarios y pastores. Mi retina se pierde a lo lejos, buscando la orilla de un mar, que no existe. Flanqueando dunas irregulares, descubriendo la dureza de la vida sencilla de éstas gentes, en parajes inhóspitos. Abandonados por el Dios de la Lluvia y sobreviviendo en condiciones extremas. Perpetuando las tradiciones ancestrales de sus antepasados, anclados sin remedio, en otro tiempo que no es el nuestro. Perdida, entre amaneceres y ocasos espectaculares teñidos de mil colores....